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Ahora mismo, dentro de casa tengo tan solo dos grados más de temperatura que fuera. Se me va el sueldo en calefacción. En cuanto la apago vuelve el frío. Maldito piso. Mis amigos de Alemania no tienen ese problema. Allí las casas siempre están templadas porque fueron construidas con algo que aquí en España nunca tuvimos muy en cuenta: buenos aislantes. La prueba del algodón consiste en tocar la pared de esa habitación que mira hacia la calle. La mía está helada.
Más que seguir haciendo pisos de mierda deberíamos rehabilitar con buenas condiciones térmicas los que ya tenemos. No hacerlo nos empobrece, al llevarse el 40% del consumo energético. También revienta el clima, pues son responsables del 36% de la emisión de gases de efecto invernadero.
Apenas un 5% del actual parque nacional de viviendas es energéticamente eficiente. Un plan estrella del Gobierno dotado con 5.300 millones de euros promoverá en los próximos tres años la rehabilitación de casi medio millón de viviendas. Parece mucho, pero lo necesitan más de 20 millones, así que todavía es una gota en el mar (helado).
Habría que priorizar quién necesita más acometer urgentemente estas reformas de sus casas. No hay duda de que los primeros deberían ser los siete millones de españoles que sufren pobreza energética. Para ellos, reducir la factura del gas o de la electricidad en un puñado de euros es vital.
Sin embargo, una vez más las mejores casas, mejor aisladas y con menos gasto en calefacción van a ser las de los que más tienen y menos lo necesitan. Porque quienes viven al día no tienen capacidad económica para invertir en obras que les reportarán mejoras futuras. Hasta para ahorrar en la factura de la luz los ricos tienen preferencia.