¿Quieres recibir una notificación por email cada vez que Emiro Vera Suárez escriba una noticia?
Dejemos la pesadilla atrás. Los demócratas estan mal informados y deben reflexionar sobre el mundo globalizado y la izquierda no les pertenece, es el pueblo que puede garantizar éxito mediante consenso territorial
La Tecla Fértil
Desde Europa, donde ya vimos esto en el laborismo británico de Jeremy Corbyn, no llamará tanto la atención que vaya quizás a rivalizar con Trump, a nombre de medio país, un exponente de la ideología del fracaso, es decir, de aquello frente y contra lo cual se hizo Estados Unidos. Pero, desde la perspectiva norteamericana, el asunto es una gran anomalía histórica.
Sí, ya sé que, si Sanders obtiene la nominación, los demócratas serán castigados, como sé que, si los demás no logran detenerlo, no se puede descartar un movimiento de salvataje de las posibilidades demócratas apostando por alguien como Bloomberg. Pero eso no quita el asombro ante el deseo de flirtear con la izquierda más antediluviana que se ha apoderado de tantos estadounidenses.
Lo cierto es que Barack Obama y la Hillary se metieron en un paquetazo al darle el apoyo a la izquierda, pero, esta se levanta de nuevo con fuerza en el Continente Sureño y ahoga en Chile al presidente Sebastián Piñera, pero, tiene un punto álgido en Venezuela por el espectro económico.
Los tiempos populistas de izquierda también han llegado como un Maelstrom a la política estadounidense y tienen en Sanders a su símbolo demócrata. Ya se respiraban esos aires en la academia, las artes, la vida social y las organizaciones cívicas. Faltaba la política de máximo nivel. Veremos ahora hasta dónde llega este coqueteo yanqui con el tercermundismo.
Las bases y la coalición social que sostienen al Partido Demócrata han decidido mudar de piel, reemplazar lo que juzgan fuera de época con lo que para Estados Unidos es una novedad: el socialismo. Cuando Europa, con excepciones carpetovetónicas, parece renunciar a él (no necesariamente reemplazándolo por la más apropiada de las muchas alternativas, pero esa es otra historia), el país más exitoso de la Tierra pretende hacerlo suyo a través de una de sus dos grandes familias políticas. Es, me dirán, la reacción pasajera al fenómeno Trump. Al revés.
Bernie Sanders prácticamente empató con Pete Buttigieg en Iowa y ganó en New Hampshire, y su candidatura avanza raudamente. Es temprano para saber si se hará con la nominación, pero es obvio que representa, a sus casi 78 años, la juventud demográfica e ideológica del partido de Jefferson.
Me suelen preguntar por qué Trump sería hoy reelecto. Como si vivir en Washington me diera luces. En política no hay que dar batallas que no se pueden ganar, y menos allí donde el adversario se crece. La investigación del fiscal especial Robert Mueller por la «trama rusa» y, ahora, el juicio político por la presión a Ucrania para ajustar cuentas con rivales demócratas fueron un faux pas. Como los casos eran éticos antes que penales, la refriega sólo podía ser política. ¿Pretendían los demócratas desgastar a Trump? Trump, como todo populista, desgasta al rival más de lo que se desgasta él. No porque el poder desgasta sobre todo cuando no se tiene, como decía Andreotti, sino porque la esencia populista es la lucha contra la élite en nombre del pueblo, y en Estados Unidos «élite» significa partidos políticos, Hollywood, academia y gran prensa, a diferencia de otros países, donde significa sobre todo gran empresa (por ello muchos americanos que navegan entre el centro y la izquierda depositan en el multimillonario Bloomberg la única esperanza contra Trump).
Hay más. No me refiero a la economía, que ha crecido entre 2 y 3 por ciento según el año (razonable para Estados Unidos), al pleno empleo, a la sobreexcitada Bolsa (la clase media posee acciones) o a que las formas chulescas para dirimir asuntos comerciales con México, Alemania y China, o presupuestarios con la OTAN, le han dado réditos porque no hay país que no acabe plegándose parcialmente a sus exigencias (incluida China). No, me refiero a que Trump encarna el zeitgeist populista al extremo que un Partido Republicano que le hacía ascos ahora le tiene fervor. Mantiene entre 85 y 90 por ciento de apoyo entre los republicanos, incluyendo el decisivo Medio Oeste y la importante Florida; la organización que alguna vez fue de Nelson Rockefeller, Reagan o la dinastía Bush hoy es una prótesis de Trump. En un país donde votan los más motivados, la base del partido cuenta mucho.
Trump mantiene un 40 por ciento del voto independiente porque el votante blanco de pocos recursos y escasa educación, antiguo bastión demócrata junto a los afroamericanos y los hispanos, sigue más apegado al antielitismo nacionalista del mandatario que al discurso socialista de varios precandidatos demócratas o al lenguaje moderado de gentes como Joe Biden, al que perjudica su pedigrí de político tradicional, o Pete Buttigieg, al que asocian con la consultoría internacional. Sólo Bernie Sanders, populista de izquierda, podría disputarle a Trump el voto blanco de los de abajo, pero el partido rival se alejaría del centro. Y, aunque no lo crean, en los sondeos Trump no aparece como un «extremista», sino situado a mitad de camino entre el americano «promedio» (nunca he entendido lo de «promedio») y el conservador extremista (que íntimamente no es).
Trump tiene menos de la mitad del voto popular, pero le basta un 48 por ciento, debido al sistema electoral indirecto, para ganar. Los demócratas necesitan superarlo por 3 puntos porcentuales y aún no están allí.
A pesar de las tendencias nacionalistas post crisis vivimos en un mundo globalizado donde la evolución geopolítica y económica mundial, la demografía y el progreso tecnológico inciden en los negocios impactando nuestras empresas. Una constante mirada a los acontecimientos globales nos ayuda a identificar y a adelantarnos a los riesgos o a las oportunidades que pueden condicionar positivamente o negativamente el «business». Entre los actuales múltiples retos de los altos directivos, tener una visión de los acontecimientos y de sus consecuencias es una clave indispensable del liderazgo empresarial. Los acontecimientos a los cuales me refiero son geopolíticos, demográficos tecnológicos y climáticos. Geopolíticos porque, en un mundo global, finanza y economía son globales e influyen globalmente. En un mundo global es global el mercado y así la competencia, competencia entre empresas tradicionales y las que se articulan a través de la red.
Muy a pesar, Trump será reelecto presidente de USA, ante los desvaríos de Venezuela, no ya bolivariana, eleva otras banderas extranjeras
Las empresas para ampliar el negocio tienen que salir de su zona de confort que por motivo de la competencia global se reduce siempre más, tienen que diversificar el riesgo económico distribuyéndolo entre distintos países o tienen que complementar su actividad local con una presencia online por su naturaleza global. Como ya he dicho, en un mundo global finanza y economía son globales e influyen globalmente, pero la complejidad está en que la velocidad a las cuales van los distintos países es diferente: es diferente el cuadro político e institucional, son diferentes las leyes, diferente el nivel de estabilidad jurídica y diferente el entramado cultural.
La globalización y la internacionalización son una oportunidad, pero tienen varios retos como decidir el momento de la entrada en los nuevos territorios o del «exit» y está en manejar bien las estrategias de negocios, pensando global y actuando local. ¡El conocimiento geopolítico es clave para tomar decisiones!
Demográficos porque la distribución de la población en los distintos países, la amplitud de las expectativas de vida y las nuevas generaciones «milenials», Z e Y marcarán las perspectivas de las economías y de los negocios. Los estudios indican que la población disminuye paulatinamente en los países desarrollados y aumenta en los que están en desarrollo. La vida media del género humano se hace más larga con la perspectiva de superar barreras que parecían insuperables. Las nuevas generaciones nativas digitales tienen una visión de la vida que va a la par de la disrupción tecnológica.
Las empresas tienen que considerar estas tendencias porque la demografía cambiará la geografía económica mundial y de los distintos países, cambiarán los hábitos de consumo, cambiarán los trabajos y con esos el tipo de formación.
Tecnológicos porque la tecnología en solo pocos años ha transformado el mundo, ha transformado nuestra vida y los negocios de todos los sectores. La tecnología no solo ha dado la oportunidad de innovar si no la de crear un nuevo entorno virtual que a costes mucho más reducidos está regenerando la cara de todos los sectores económicos, de todos los negocios y de todas las actividades humanas. El uso total de la Red y las interconexiones entre las personas y entre las cosas, y por supuesto entre personas y cosas, está generando un mar de información, lo que llamamos «Big Data».
El «Big Data» es la clave para conocer y aprender sobre la evolución de las tendencias y de los intereses de las personas, es la clave de los negocios. Hoy las empresas tradicionales se encuentran en el gran desafío que conlleva una transición desde un mundo antiguo a uno nuevo. Un mundo donde las herramientas son distintas, son distintos los conceptos (aunque se siguen inspirando a lo clásico: la plaza, el Ágora de la antigüedad se ha trasformado en plataforma y los antiguos entramados de plazas en un ecosistema), un mundo donde a la palabra competencia se han sumado palabras como colaboración, condivision y donde la visión vertical del negocio se está transformando en transversal. En las empresas el enemigo más grande en este tiempo de disrupción es la falta de visión, es la resiliencia, es la dificultad de pensar al nuevo desde la necesidad de preservar el viejo. El reto de las empresas es saber aprovechar el nuevo, incubar y comprar disrupción, es dejarla florecer sin contaminación alguna. Sobre todo, aprovecharse del nuevo para mejorar sus «performances».
Sanders, debe olvidarse de Moscú y sus entrevistas en regiones dominadas por comunistas. Sus ideas y métodos de lucha deben canalizarse desde otros principios.
Necesitamos un capitalismo más humano, es decir, empresas éticas, que sepan poner a las personas en el centro y que ayuden a mejorar el entorno social en el cual operan porque solo así podrán asegurarse el negocio en el largo plazo. Afortunadamente esta conciencia crece cada día más en los líderes empresariales y también en los inversores. La complejidad no es enemiga del éxito, ¡enemiga del éxito es la falta de visión.
Fue Donald Trump quien dio la puntilla a las bolsas al anunciar el miércoles de madrugada en Europa que cerraba el espacio aéreo a los pasajeros que volaran desde el Viejo Continente. Si bien la medida iba destinada a contener la propagación del Covid-19, los mercados reaccionaron con pánico. Sobremodo a los países que apoyan a Bernie Sanders.
«Gobernar significa decidir», dice con solemnidad el presidente del Gobierno antes de renunciar a cualquier acción ejecutiva que contribuya a contener, o a propagar, llegado el caso, el Covid-19. Los expertos - «la ciencia, los que saben»- y los presidentes regionales, con su importantísima inyección de millones de euros, tienen la papeleta que Sánchez ha metido en un sobre. A franquear en destino. Tenemos la experiencia, muy amplia, de lo que vale una tarjeta sanitaria fuera de su área de aplicación para poder afrontar con muchas garantías la ofensiva de un virus que fue global hasta que se topó con España
Me refiero al coronavirus y el impacto que pueda tener ante Sanders. El mundo financiero esta muy agitado.
* Escrito por Emiro Vera Suárez, Profesor en Ciencias Políticas. Orientador Escolar y Filósofo. Especialista en Semántica del Lenguaje jurídico. Escritor. Miembro activo de la Asociación de Escritores del Estado Carabobo. AESCA. Trabajo en los diarios Espectador, Tribuna Popular de Puerto Cabello, y La Calle como coordinador de cultura. ex columnista del Aragüeño