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Por Edmundo Jarquín - Negar que hay grupos alzados en armas por razones políticas, como lo hacen autoridades del gobierno y del ejército y la policía, es como intentar tapar el sol con un dedo.
Al reconocimiento de esa realidad se han sumado, a los numerosos testimonios de campesinos y productores, y las reiteradas advertencias de los obispos de Estelí y Jinotega, otras voces de la jerarquía católica.
Nadie puede justificar, ni en éste ni en otros casos, recurrir a la violencia, pero tampoco se pueden ignorar las causas de la misma.
El gobierno se está deslizando por una peligrosa pendiente cuando niega la realidad, pues significa que ha optado por la represión en vez de eliminar las causas que han conducido a que campesinos, otra vez, se levanten en armas.
¿Por qué, después de varios años en que no hubo grupos armados por razones políticas, ahora nuevamente los hay? Esta es la pregunta que todos debemos hacernos, y el gobierno, ejército y policía antes que todos.
La respuesta es sencilla: porque desde que regresó Ortega al poder se han venido cerrando los espacios políticos democráticos, negándose cédulas a muchos ciudadanos, en especial en las zonas en que Ortega tradicionalmente perdía las elecciones; evitando contar bien los votos, al extremo que el Consejo Supremo Electoral dio al Orteguismo casi todas las alcaldías en municipios en que jamás, jamás ganaría, si las elecciones fuesen limpias, y para colmo la población fue reprimida cuando ha protestado. En muchas zonas del conocido como "corredor de la contra", campesinos y productores que ya se habían acostumbrado a convivir con militantes y simpatizantes del FSLN, y hasta tener emprendimientos comunitarios conjuntos, en un ejemplar progreso de la cultura democrática y de convivencia ciudadana post bélica, se han sentido avasallados y ultrajados, y arrinconados cívica, política y económicamente, se han visto forzados a recurrir a las armas, o huir buscando refugio.
Ha vuelto a correr sangre de nicaragüenses por razones políticas. Desde una cultura democrática y humanitaria, tanto nos duele el soldado reportado muerto en los últimos días, en un combate cerca de Pantasma, como los alzados en armas que también han muerto.
Nadie tiene derecho, y mucho menos por tratar de perpetuarse antidemocráticamente en el poder, a conducir al país a nuevos enfrentamientos bélicos por razones políticas.
Es posible que desde cortos cálculos político-militares se considere que los grupos alzados en armas, pequeños y sin ninguna potencia que les apoye, no representan una amenaza significativa, y por eso se haya optado hasta el momento por la opción de reprimirlos y catalogarlos como delincuentes comunes. Pero la propia experiencia del FSLN y de nuestras fuerzas armadas debería enseñarles que la represión simplemente siembra más rebelión.
Cosecha del revanchismo
La destrucción de la rotonda que está en la intersección de la Avenida Bolívar y la calle Colón, es otra cosecha del revanchismo político del gobierno de Ortega.
Esa rotonda, como se sabe, fue construida por Herty Lewites cuando fue alcalde de Managua, y era más conocida como rotonda de Herty que como rotonda Colón, que era su nombre oficial. En opinión de entendidos, era la más linda de Managua en términos escultóricos o arquitectónicos. Había sido diseñada y supervisada en su construcción, por un arquitecto californiano, Glen Howard Small, amigo de Herty y solidario con Nicaragua, que donó el diseño y supervisión. Pero esto no importó a la mano revanchista, porque de lo que se trataba era borrar el rastro o recuerdo de Herty Lewites, que desde el sandinismo se atrevió a desafiar a Ortega.
La razón oficial es que ahí se construirá un monumento a Chávez. Esa razón se entiende, y también se entiende que el monumento se levante sobre la muy ancha y larga avenida Bolívar, pero nadie entiende, que no sea por el revanchismo político mencionado, que se haya destruido un monumento para levantar otro, habiendo tanto, pero tanto espacio.
Pero hay otro mensaje del cual debemos tomar nota los ciudadanos: en su soberbia y revanchismo, este gobierno no repara en costos, porque de los impuestos de los managuas salió el dinero de la rotonda destruida, y de sus bolsillos saldrá el monumento a Chávez.
Soluciona los problemas que provoca
A propósito que Ortega en su discurso del 19 de julio reivindicó como un gran logro de su gobierno que se había terminado con los apagones, La Prensa de ayer me cita diciendo que Ortega "es maestro en resolver problemas que él provoca".
En efecto, y algunos que escuchan y leen este programa lo recordarán, en una oportunidad comenté que Ortega, quién junto con Alemán controlaban desde la oposición la Contraloría General de la República, negaron al Presidente Bolaños la autorización para contratar de emergencia, sin licitación una planta térmica flotante que se estacionaría en Corinto y hubiese resuelto el problema de los apagones. Pues bien, cuando Ortega ya era gobierno, sin autorización de Contraloría ni de nadie, trajo las plantas térmicas que le cedió (donadas al principio, vendidas después) el Presidente Hugo Chávez, las cuales hicieron, varios meses después, lo que habría hecho la planta térmica flotante que no se autorizó a Bolaños. Con una diferencia: la energía de las plantas de Chávez ha resultado bastante más cara, y eso no lo paga Ortega sino quienes me escuchan y leen.
Nicaragua puede ser diferente
"Todos los políticos y todos los gobiernos son iguales", me comentó con frustración un amigo a quién no veía desde hace muchos años y encontré en el Matapalos, la popular venta de rosquillas que es parada obligatoria, a la orilla de la carretera, poco antes de llegar a Yalagüina, cuando se va en dirección a Ocotal o Somoto.
Vacilé un poco, cuando se me vino a la memoria René Vallecillo, reciente y prematuramente fallecido. "Mirá, le dije al amigo, hace poco murió René Vallecillo. Apenas le conocí, y por tanto lo que te voy a decir no es por amistad, pues ni siquiera estuve en su entierro. Trabajó en los años 80, durante el gobierno sandinista, en el Ministerio de Finanzas, y durante el gobierno de Violeta llegó a ser Director de Ingresos y Viceministro de Finanzas, y nadie ha dicho de él que se le pegó un centavo. Murió viviendo de su trabajo profesional". Y como vi que mi amigo acusaba el argumento, le agregué: "Y la inmensa mayoría de funcionarios públicos, independientemente de su filiación política, son personas honestas, que pagan el costo que a la función pública y política les imponen unos cuantos corruptos".
"Tenés razón, Mundo", me dijo el amigo. Y agregó: "Nicaragua puede ser diferente", y con esa reflexión de aliento y esperanza nos separamos.