Una joven se ve envuelta en un complot de espías alemanes
«¡Río de Janeiro! ¡Ciudad de mil encantos! Ciudad de mujeres gustosamente vestidas, de hombres de oscuros e insolentes ojos.» Así calificó a la ciudad carioca y a sus hombres Sylvia Taylor en su novela «Shipboard Romance» publicada en 1941. En los años 1940, en plena Segunda Guerra Mundial, ella fue una famosa escritora estadounidense cuyas obras eran publicadas en periódicos del aludido país gracias a «The Bell Syndicate, Inc.» Un año antes había publicado «Fight for love, Lucha por amor» y «Star struck, Fascinada.» En 1942 le fue publicada la novela «Dance team, Pareja de baile»
La novela «She Loved a Spy, Ella amaba a un espía» publicada el año 1941, trata de las aventuras de la joven Joan Leland que comienzan en San Francisco, California, cuando es llamada por su jefe: «La secretaria de Arthur Mulford lo encaró sin sospecha alguna a través del masivo escritorio de caoba. “¿Quería verme, señor Mulford?” El hombre miró la esbelta figura ante él. Sus astutos ojos admiraron la belleza del pálido rostro de ella, su sedoso y negro cabello, la picante inclinación de su nariz, sus verdes ojos como una joya que parecían ver a través de cualquier subterfugio. “Así nomás”, le dijo él decisivamente, “tengo que dejarte ir” Joan Leland lo miró asombrada “¿Quiere decir que estoy despedida”. Mulford encogió sus hombros “Así es”…»
La joven de veinte años salió de ahí, fue al departamento que compartía con su hermana Sybil, siete años mayor que ella. Necesitaba contarle lo que acababa de suceder, y así lo hizo. Al escucharla la otra joven quedó aterrorizada, es era la última semana que ella trabajaría ya que la tienda de artículos de belleza donde trabajaba cerraría por falta de ventas. Ante esa desagradable situación Joan fue a un bar nocturno, Club Elite, ubicado en North Beach donde solicitaban una empleada. Muy pronto estuvo siendo entrevistada por Karl Miller, el propietario del bar. Al mirarla el hombre confió en ella y no sólo la contrató como su secretaria sino que le dio un adelanto de dos semanas de sueldo. Lo anterior aunado al acento extranjero del hombre, sus ojos azul acero, hicieron que el corazón de la joven latiera diferente.
Joan comenzó a conocer su trabajo, el negocio, los socios y amistades de Karl como Paul Sherman y Eric Strom. Pero como ella era bella, muy pronto Cupido cumplió con su obligación y ambos terminaron enamorados y unidos. Una noche él la llamó a su oficina para dictarle una carta dirigida al señor A: H: Gomez de Mazatlán, México, la cual decía: «Querido señor: Me complace reportarle que la situación que usted mencionó ya ha sido aclarada satisfactoriamente. El club abrirá de ocho a dos y da muestras de que tendrá éxito.»
Meses después, Karl le pidió a Joan casarse, convirtiéndola en la mujer más feliz del mundo. Por supuesto que el sí fue inmediato. Sin embargo, una noche en un privado del bar Eric y Karl discutían acaloradamente. De repente se oyó un disparo y el primero cayó casi muerto. Joan había estado escuchando todo desde la oscuridad y tras el disparo entró al cuarto. Al principio Karl inculpó a la muchacha del homicidio; ella no podía creer que aquel hombre fuera el mismo que amaba. Luego escuchó a su amado confesarle que él y todos los sujetos asociados al Elite eran ciudadanos alemanes. Entonces, dedujo ella, ese bar era sólo una fachada, que el Elite era un centro de espionaje alemán. A partir de ese día la muchacha pasó a ser rehén de aquel joven y apuesto alemán, quien no le permitía siquiera salir sin ser vigilada por Sherman u otro espía.
Un día Fueron Karl, Joan y Paul a los muelles y abordaron un barco que de inmediato zarpó. Pero sólo el primero sabía el destino final de ese viaje. Durante cinco días el navío viajó rumbo al sur. Joan no pudo evitar sentir ese clima tropical. Paul también era rehén del alemán ya que en realidad él era agente encubierto del FBI, y cuando escuchó el comentario de la mujer acerca del cambio de clima le contestó “seguro estamos en la costa de México”
“La cabeza de este equipo está en México. En las cercanías de Mazatlán”, le dijo Karl a otro de los espías. En realidad el barco tenía una cita con un submarino alemán en las cercanías del puerto sinaloense, documentos muy importantes serían entregados al capitán teutón.
Una tarde, ayudados por Thomas, otro de los hombres de Karl pero que resultó amigo de ellos, aquél, Paul, Joan bajaron una lancha y sin ser detectados huyeron de aquel barco alemán. Aterrada, la mujer le preguntó a él dónde se encontraban a lo que le contestó “Si mis cálculos son correctos estamos frente a Mazatlán” A la mañana siguiente la pareja fue rescatada por un bote que la llevó a tierra. Los cálculos del agente eran correctos, llegaron al centro de operación de los espías alemanes, a aquel Mazatlán de la Segunda Guerra Mundial.
“Mazatlán era como un pequeño pedazo de otro mundo, tomando el sol en paz bajo el cálido sol. Los mexicanos holgazaneaban en el parque y en las calles miraban con obvia curiosidad a los estadounidenses. Los blancos edificios se apilaban uno contra otro en las estrechas calles. Una playa de blanca arena se extiende a un lado del pueblo…”
¿Has leído «Ella Amaba Un Espía», de Sylvia Taylor?
(En la imagen: Arthur Mulford despide a Joan Leland)
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