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Un régimen democrático que se precie, no puede a ningún efecto ser relegado al segundo plano de su propia esencia
Hay acontecimientos históricos, que lejos de convertirse en referentes de posteridad quedan relegados al papel testimonial de una eventualidad inadvertida, mientras otros episodios por remoto que sea su origen, en consonancia a su carga de impacto con la actualidad y analogía con hechos presentes, mas que un distraído espacio entre los renglones de lo acontecido mantienen plena vigencia como referente de contraste, para convertir al pasado en prólogo inequívoco de nuestro futuro.
Pero aún cuando toda regla tiene sus excepciones, la corrupción por injustificable, ni dispone de margen de presunción ni tampoco admite absurdos amparos de procedencia, de ahí, que resulta una estupidez irnos cinco siglos atrás y echar mano de la arraigada tradición picaresca para establecer connotaciones entre aquel sub mundo marginal del hurto y el engaño, con los notorios casos de corrupción y enriquecimiento ilícito protagonizados en la actualidad por un amplio elenco de la clase política.
Pues tal correlación aparte de desafortunada, es un intento absurdo de equiparar la repercusión de una reprobable picaresca con el efecto demoledor de la corrupción institucional, una perversión que salpica a la casi totalidad de las formaciones políticas; en el contexto de un complejo ensamblaje que además de poner en cuestión la debilitada credibilidad de los representantes públicos, pone en tela de juicio la estabilidad del propio sistema, por la alarma social y el perjuicio añadido que mas que una leyenda negra convierte a la corrupción en un problema trascendente y la segunda preocupación de los ciudadanos .
El grado de deterioro que vive el país, instituciones, representantes y demás acompañamiento, hace pensar que aquella transición de la dictadura a la democracia, aquel proceso definido como modélico y homologable a cualquier democracia consolidada, no fue mas que un alarde publicitario, un trámite de autocomplacencia, en síntesis, a juzgar por los hechos mas que el logro de una conquista de transformación social fue una prorroga de los peores hábitos del régimen absolutista precedente.
Un régimen democrático que se precie, no puede a ningún efecto ser relegado a un segundo plano de su propia esencia, siendo inadmisible que mientras es cuestionada la voluntad popular, las organizaciones políticas que debieran cumplir la función de garante de las demandas de sus representados, lejos de actuar en consecuencia acatando el mandato electoral, opten por la reproducción de una segunda dictadura, con la única finalidad de dejar a buen recaudo las ventajas de las organizaciones de pertenencia, la de sus bases militantes y demás allegados, implantando al efecto un sistema de captura de rentas donde el interés particular de sus objetivos se sitúa por encima del interés general de la colectividad.
Otra de las razones que demandan la renovación integral de la cúpula política, es sin duda, poner fin a la interminable historia de la turbia financiación de los partidos políticos
Estas practicas poco ortodoxas aparte de un exponente expresivo de la tendencia política a la corrupción, es un referente inequívoco del malestar que produce la indignación, y el caldo de cultivo apropiado para que una nueva generación con diferente compresión política y mentalidad renovada sea capaz de hacer posible cambio necesario a través de la puesta en marcha de otra transición, que en buena lógica, deberá implementarse con la necesaria reforma de la constitución para adecuar su contenido al desfase causado por la prolongada temporalidad de su vigencia y la necesaria adecuación a los nuevos tiempos.
Otra de las razones que demandan la renovación integral de la cúpula política, es sin duda, poner fin a la interminable historia de la turbia financiación de los partidos políticos, que en si misma, por su carácter estructural es el río revuelto que concentra los mayores casos de corrupción política y cuya erradicación se antoja harto difícil por la dificultad que conlleva el desmantelamiento de un complejo entramado; de la mentalidad de los presuntos implicados que a pesar de la connotación con el delito, defienden sus excesos como forma habitual de hacer política .
De ahí que no baste en exclusiva con una metamorfosis de renovación de cuadros, pues no podemos olvidar que la financiación irregular de los partidos es tan antigua como la instauración de la democracia y su potenciación hemos de buscarla en la mala praxis de los propios políticos y sus organizaciones de pertenencia; en razón a su proclive tendencia a desarrollar su actividad en la contraposición jurídica, y así dejar la puerta abierta al chalaneo y el tráfico de influencias
Por tanto es obligado tomar conciencia, asumiendo, que la única finalidad de la corrupción política es acumular poder económico, y en razón a ello, su continuidad solo traerá consigo la prórroga del desprestigio político y la destrucción de la democracia