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Fue el rasgo político más característico del nuevo régimen: un fenómeno que, aunque ya existía con anterioridad a 1876, ahora se perfila como un instrumento de poder del nuevo régimen. Es una forma de pervivencia feudal donde la oligarquía rural (terratenientes o similares), convertidos en caciques locales, organiza las elecciones y controla sus resultados en beneficio del poder mediante tres sistemas: coacción a los campesinos (que dependían económica o laboralmente de él), manipulación del proceso electoral ( pucherazo , o compra de votos) y concesión de favores. El Ministro de la Gobernación formaba el encasillado (lista de diputados que debían ser votados). Los Gobernadores y alcaldes se encargaban de que fueran elegidos. Y el partido designado obtenía la mayoría sin ningún problema (con aspecto de legalidad...). Un pacto entre los partidos dinásticos garantizaba el turno en el poder sin necesidad de lucha real , a pesar de la apariencia. Y, como no existía un electorado independiente , las autoridades podían intervenir sin obstáculos. El cambio de gobierno no se llegaba a realizar tras las elecciones, sino que era el Rey el que entregaba el poder a uno u otro de los partidos alternantes.