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Contra toda adulteración estadística, resulta probado que desde el gregarismo político y la austeridad es totalmente imposible crear o generar empleo, y tan solo desde el impulso de políticas de crecimiento y la promoción empresarial se podrá invertir la situación
Aún siendo el paro el drama que levanta la mayor preocupación en la ciudadanía, el verdadero problema del mercado laboral no es tan solo el descomunal índice de desempleo sino su imposible erradicación; por cuanto la situación persistirá mientras la estructura del actual modelo productivo se mantenga cimentada sobre las quebradizas ruinas del sistema anterior, cuya falta de solidez ya fue en su día el factor desencadenante de la crisis y causa por tanto de la presente situación.
El error no puede ser mas grave, de ahí que por mas mensajes de optimismo que se hagan circular en víspera electoral, lo cierto es, que al desempleo no se le ve el final ni se le verá, al menos mientras no se afronten soluciones acordes con las reformas estructurales de reordenamiento y diversificación de los sectores productivos; una asignatura pendiente, que además de la adversa influencia de factores de índole exógeno, trae a remolque el lastre inducido que sobre la economía del país provocaron las aciagas medidas de corte neoliberal.
Para comprender e interpretar la situación es obligado retrotraerse en el tiempo, trayendo a colación la transformación sufrida desde el segundo tercio del siglo pasado por nuestro modelo productivo, en el transcurso de dos fases entrelazadas, cuyo inicio parte del afianzamiento del neoliberalismo para completarse con la firma del Acuerdo de Adhesión a la CEE, resultando que en ambos casos los perjuicios repercutidos a nuestro ámbito productivo fueron ostensibles, y así, al tiempo que la consolidación del credo neoliberal imponía la desregulación del mercado laboral, de negativa influencia para el empleo, la incorporación de España al foro europeo, se tradujo en un descalabro de primera magnitud por el desmantelamiento que causó tal decisión en sectores estratégicos de nuestra estructura productiva y cuyos efectos persisten hoy en día pasando a ser el factor causante de que nuestra economía siga generando paro endémico.
De ahí el fracaso que representó para nuestro país el actual proyecto geopolítico y económico europeo, pues conducido desde su origen por exclusivos intereses de Alemania, mas que afrontarse en el contexto de un marco de convergencia real, la integración se realizó a través de una configuración forzada, habida cuenta que se llevó a término fusionando artificialmente países y empresas con sistemas productivos y niveles de competitividad contrapuestos; y lo que es mas grave, imponiendo como concepción política la figura del neoliberalismo, que circunscrita a la prehistoria del pensamiento económico, empantanó a los países periféricos como España en una crisis de bajo crecimiento y alto desempleo, como consecuencia de las propias medidas de austeridad patrocinadas por el establishment neoliberal europeo y el FMI.
En España, a ningún efecto se está creando empleo sino prorrateando las horas de trabajo
Es por eso que todo anuncio de creación de empleo sobre la base del actual modelo económico y productivo, más que tener condición efectiva, forma parte interesada de un diseño electoral; pues la reactivación positiva del mercado laboral, exigiría como paso previo recobrar el pulso a la economía, y tal objetivo es imposible de alcanzar mientras se insista en utilizar la austeridad como remedio, por ser probado que su aplicación provoca un efecto contrario al que se dice pretender, desde el punto y hora que al bloquear el crecimiento se frena la recuperación económica para convertirla en barrera infranqueable y principal obstáculo en la reducción de la tasa de paro. Pudiéndose decir por tanto, contra optimismos infundados, que en España, a ningún efecto se está creando empleo sino prorrateando las horas de trabajo, un cruel reparto de la miseria del que para mayor contrariedad siguen quedando excluidos más allá de un cuarto de la población activa.
No es por generación espontánea como surge esta enrevesada situación, sino que la misma, es resultado de las contraproducentes políticas de uniformidad, que al margen de toda singularidad genuina, fueron llevadas a término a través del pacto de alternancia mantenido desde la transición por los sucesivos gobiernos del bipartidismo, que desempeñadas en favor de las grandes corporaciones empresariales y financieras, vinieron a refrendar la hegemonía del neoliberalismo, y así en una trayectoria plagada de errores, llegaron al extremo de refrendar a nivel de la Unión que los países del Norte, amparados en su primacía, activasen sus propias políticas de austeridad al tiempo de obligarnos a redoblar nuestro esfuerzo; acentuando una situación de desigualdad que al margen de otros aspectos, en materia laboral, propició una nueva fase de desmantelamiento empresarial y aumentó con ello de forma vertiginosa la tasa de desempleo.
El fracaso está servido, pues al margen de todo maquillaje estadístico y de la pretendida bajada del paro que nos presentan, lo cierto es que en la actualidad se sigue destruyendo más empleo que el que se crea, no siendo por tanto de recibo aceptar como alternativa de solución ni el continuismo de los responsables político de la debacle como tampoco el mantenimiento de las fallidas medidas de austeridad.