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“nadie es imprescindible, y si no les gusta, afuera hay miles que desean el puesto”
Aunque el tamaño del ejército de los desempleados en Nicaragua supera al mismo Ejército Nacional, nadie quisiera formar parte de él. Decir que se está desempleado provoca en los que no lo están un sentimiento de conmiseración que a nadie le gusta causar, ¡pobre, no tiene trabajo! Y otros quizá lleguen a pensar: “Si no ha podido colocarse ha de ser porque no es competente”.
Si damos una hojeada a los clasificados en los periódicos, vemos que sí hay empleo, particularmente en ventas, pero muchos profesionales no se sienten satisfechos con trabajar en ventas, a menos que se tenga la vocación para ello. Muchos de ellos que desean incorporarse o reinsertarse al mercado laboral más de alguna vez se han preguntado ¿para qué estudié tanto? ¿Para qué me desvelé tantas veces estudiando? La frustración es tan alta como el mismo desempleo. Porque en definitiva lo que la gente quiere es vivir bien, y vivir bien significa, básicamente, ganar bien para tener más cosas, y queremos tener más no solo por lo que esto significa en términos de la satisfacción de nuestras necesidades materiales, sino porque, como bien advertía el propio Adam Smith, eso nos hace sentir que valemos más, que se nos aprecia más, en fin, que somos más.
Y siguiendo esta lógica es que la mayoría de los bachilleres elige carreras que según ellos son mejor remuneradas, por ejemplo, Administración de Empresas, (¿acaso en Nicaragua hay tantas empresas para administrar?). Pero profesiones como enfermería y magisterio no son tan requeridas porque es de todos conocido los bajos salarios que estos dignos profesionales ganan.
Sin embargo, la frustración llega cuando se ven imposibilitados de trabajar en el campo profesional elegido. La mayoría se contenta con trabajar en algo lo más próximo posible a su profesión. Es común observar a licenciados trabajando de taxistas o vendiendo en algún tramo del Mercado Oriental. Muchas veces dejan a un lado sus sueños de triunfar en sus carreras porque no hay campo para ellos, y si lo hay, la remuneración es tan baja que les sale más rentable trabajar en el sector informal.
Pasan los días, meses y para algunos pasan hasta años para poder ubicarse en un puesto de trabajo, generalmente esto ocurre cuando se busca un trabajo específico y cuando se tiene las condiciones para esperar por una oportunidad. Lamentablemente no es el caso de la mayoría, “trabajar en lo que salga” es una opción para muchos que tienen que sostener a una familia. De hecho, si tuviera que mantener a una familia, las muy “vilipendiadas” zonas francas serían para mí una opción.
La mayoría de los desempleados sacan copias y copias de sus currículos y los envían y reparten como si fueran volantes. Y cuando tienen la gracia de que su hoja de vida haya sido elegida para una entrevista entre centenares que han de recibir por una simple plaza de trabajo, se dan cuenta que llegan con una clara desventaja, el poder de negociación sin duda lo tiene el empleador, primero porque ellos cuentan con varias opciones para elegir. Ahora es común escuchar lo que ellos esperan del empleado, ya ni mencionan los derechos y ni el salario porque asumen que cualquier cosa estará bien. Y si a uno le parece demasiado poco, pues habrá muchos con necesidades mayores que les parecerá bien. Muchos no se atreven a preguntar sobre el salario por temor, porque el obtener el empleo ya es un logro. “La competencia está dura y es mejor poco que nada”, dirán. Pero cuando les llegan a preguntar ¿cuánto desea ganar?, es difícil responder, y no es porque no sepan cuánto valen, sino porque las ofertas de salarios generalmente son tan bajas que se teme volarse la cerca y parecer pretencioso y por ende ser descalificado. Hablando de salario, cuando escuchamos lo que gana un ministro, diputado o funcionario público de alto nivel, suena hasta como un chiste.
Otra modalidad muy común es la de poner límites de edad a puestos de trabajo. Generalmente están empleando a universitarios o recién egresados con la intención de pagarles un salario mínimo. La falta de experiencia para los que ingresan por primera vez en el mercado laboral tiene un alto costo: aceptar cualquier cosa que le ofrezcan. Los años de experiencia requerida es otra limitante para los “deseosos de trabajo”. De tal manera que la inflexibilidad de los requerimientos para aplicar a un puesto de trabajo afecta de una u otra forma a aquellos que tienen la experiencia, pero no la edad, o aquellos que tienen la edad, pero no la experiencia.
La búsqueda de un empleo digno con un salario digno seguirá conduciendo a muchos profesionales a buscar alternativas en Costa Rica o los Estados Unidos, aun para desempeñar trabajos que si los realizasen acá sentirían pena.
Si para los que tienen un título profesional la búsqueda de empleo no ha sido fácil, qué decir de aquellos que solo cuentan con el bachillerato, o peor, aquellos que no cuentan con ninguna instrucción. El panorama no es alentador, tener tantos desocupados es muy peligroso para nuestra sociedad, porque la pobreza y la falta de oportunidades conducen a la desintegración familiar y la pérdida de valores espirituales, y por ende, mayor inseguridad ciudadana con el aumento de la delincuencia e incluso el incremento en los índices de suicidios.
Por otro lado, para una buena parte de los que están “empleados” tampoco les ha ido muy bien, me refiero aquellos que están laborando en pésimas condiciones de trabajo, soportando humillaciones, acoso, serruchadas de piso, injusticias, envidias que nunca faltan de compañeros (as) de trabajo, ganando un salario irrisorio, pero que ante la vista de todos es un afortunado porque tiene trabajo. Tener el empleo indicado, aquel que te hace feliz es casi un privilegio. Son raros y contados los que pueden decir “adoro mi trabajo y para colmo me pagan”. Alguien me decía: “Hace tiempo que dejé de soñar con tener éxito en mi carrera, eso es romanticismo, ahora me conformo con que lo que gane me dé para vivir”. La vida está tan dura que no se trabaja por placer o por satisfacción personal, sino por necesidad. Y precisamente por el temor de no encontrar otro trabajo pasan mucho tiempo trabajando en esas condiciones. Como ellos dicen “no sueltan esa rama (por muy mala que sea) hasta que encuentren otra”. Los únicos beneficiados con esta situación son los empleadores, pues según ellos “nadie es imprescindible, y si no les gusta, afuera hay miles que desean el puesto”.
Las perspectivas de un empleo estable, con prestaciones sociales, un futuro duradero en una organización y una pensión tras 20 años de trabajo, son cada vez más lejanas en este nuevo contexto donde hay mucha incertidumbre, pero ¿existe la estabilidad laboral? A diario la mayoría de los empleados despierta con el temor de perder su empleo, la causa no importa porque por muy buen empleado que sea, no se está exento de recibir una carta de despido cualquier día.
Otra cosa que se ha puesto de moda es la diversificación y multiplicación de las funciones de trabajo. Es común que cuando despiden a un empleado, éste no sea reemplazado, pero las funciones que le correspondía se lo cargan a otro. De pronto se ven haciendo el trabajo de tres personas, ¿y el salario? Muy bien, gracias.
El problema del desempleo es una bandera que toman todos los candidatos de elección popular porque saben que es el talón de Aquiles para cualquier gobierno nacional o municipal. Ojalá que la solución a este problema no sea solo una promesa de campaña más y ayude a aminorar tanta frustración y desesperanza que reina en la mayoría de los nicaragüenses.